Esta droga estimulante tiene una alta capacidad adictiva, por ello, es muy difícil que cuando una persona la prueba, podamos predecir o controlar hasta qué punto va a desearla o consumirla después. El uso crónico causa pérdida del apetito, pérdida de peso, paranoia (sentirse observado o perseguido) e irritabilidad con las personas, pérdida del olfato, hemorragias nasales, gangrena en los intestinos porque reduce el flujo sanguíneo y muerte.
Una vez que la persona es consumidora habitual de cocaína, el cerebro comienza a adaptarse a ella y las vías cerebrales de recompensa se vuelven menos sensibles a los refuerzos naturales y a la droga en sí, lo que llamamos tolerancia (pues necesitará más dosis de droga o consumirla con más frecuencia, para obtener los efectos que anteriormente producía). Esto hace imprescindible el tratamiento clínico especializado, pues están involucrados procesos biológicos del cerebro, problemas sociales, familiares y personales.